La medicina actual ha progresado de manera inmensurable gracias al desarrollo de nuevas tecnologías; sin embargo, ha ido decayendo en cuanto a su dimensión humana, afectado de esta manera la atención del paciente y teniendo como consecuencia una comunicación deficiente; situación lamentable que se aprecia con frecuencia estos días. Para quienes son profesionales de salud, la comunicación que se establece en conjunto con el paciente es considerada pieza fundamental dentro de la práctica clínica y no solo sirve de vehículo para obtener la información adecuada que garantiza un buen diagnóstico; sino que posibilita al paciente sentirse escuchado y comprender a cabalidad el significado de su enfermedad. Con una buena comunicación se establece y fortalece una adecuada relación interpersonal.
Por tal motivo, en el presente ensayo se plantea como alternativa de solución el desarrollo de competencias y habilidades comunicativas en estudiantes de las Ciencias de la Salud, desde su formación en pregrado, para establecer a futuro una adecuada relación profesional de la salud-paciente y velar por el bienestar de la población.
Si bien es cierto que gracias a los avances tecnológicos la medicina ha logrado una mejoría en cuanto a sus técnicas y métodos de tratamiento; Mejía, A. y Romero, H. (2017) señalan que la creciente insatisfacción pública con la profesión médica no está relacionada con la competencia clínica, sino con las deficiencias en la comunicación. Las quejas de la población se encuentran en situaciones como: interrupciones a la hora de la consulta o confusión a la hora de recibir el diagnóstico e indicaciones para el tratamiento puesto que los términos utilizados por el profesional de la salud son técnicos y de difícil comprensión. De este modo, la ansiedad e insatisfacción del paciente también se relaciona con la incertidumbre por la falta de información y explicación por parte del personal de salud que está a cargo de su cuidado.
Además, mencionando algunas características de la comunicación actual que se suele entablar a la hora de la consulta, tenemos: la poca cordialidad a la hora de llamar al paciente (generando desde el inicio una relación distante), muestra de gestos que indican impaciencia (provocando inseguridad y desconfianza en el paciente), se interrumpe al sentirse (haciendo que el paciente se siente impotente ya que no se le permite describir su malestar), no se busca entablar un vínculo y se da un diagnóstico prematuro al asumir accidentalmente los signos y síntomas del paciente, lo cual da cabida a un tratamiento ineficaz.
En este contexto, cabe resaltar la existencia de artículos y documentos donde se afirma que una comunicación clínica beneficiosa, totalmente contraria a lo antes mencionado, logra la reducción de algunas enfermedades, así como del malestar psicológico en los ciudadanos. Esto debido a que los pacientes lograron expresar sus preocupaciones sin interrupciones, se les da mayor protagonismo y participación, el médico personal busca comprender y explicar su malestar con la información adecuada, se logra una concordancia, se fortalece la relación entre ambos lados y se mejora la satisfacción y el cumplimiento del tratamiento asignado. No obstante, para obtener estos resultados y ser unos comunicadores efectivos, es necesario el desarrollo de habilidades, actitudes y estrategias terapéuticas en el personal de la salud.
No basta con talleres de capacitación, para una mayor eficacia es más que necesario que estas competencias sean enseñadas desde su etapa formativa en pregrado. Incluso si la experiencia de la educación médica puede llegar a ser estresante y abrumante -llevando a que el futuro profesional de la salud desarrollar cinismo e insensibilidad- no es imposible lograr una formación enfocada con una perspectiva biopsicosocial donde se ponga al paciente como prioridad y se busque siempre el preservar su bienestar mediante una adecuada relación interpersonal. Recordando que en esta relación se tiene como fin inmediato restaurar la salud del paciente (González, Y. & Monteagudo, R. 2020), considerándolo como persona, con autonomía y capacidad de tomar decisiones. En este sentido, Simpson, M.
Asimismo, se debe hacer referencia a los tipos de comunicación existentes:
Por último, es importante señalar que el campo de comunicación entre el futuro profesional de la salud y el paciente necesita acompañamiento docente. El aprendizaje sobre la comunicación asertiva, métodos de escucha activa, habilidades blandas y cada una de las cualidades mencionadas con anterioridad pueden ser impartidas en las universidades en un curso específico y pueden ser reforzados con la práctica, a su vez, para proteger la salud del mismo profesional en formación, es necesario enseñarles cómo manejar sus emociones para consolidar su vocación al servicio.
En conclusión, se comprueba que, para resolver los problemas actuales respecto a la comunicación interpersonal y la relación entre los distintos profesionales de la salud con la población, tanto las habilidades como las cualidades comunicativas pueden ser impartidas desde la etapa formativa universitaria y que los beneficios subsiguientes para la práctica médica son demostrables, factibles y duraderos.
Por lo tanto, existe una necesidad clara de que la enseñanza de estas habilidades clínicas se incorpore a los currículos de las facultades de medicina y se continúe en la formación de posgrado y en los cursos de educación médica continua.
BIBLIOGRAFÍA
González, Y. & Monteagudo, R. (2020). La formación de la competencia comunicativa en estudiantes de medicina. Revista: Atlante. Cuadernos de Educación y Desarrollo ISSN: 1989-4155. https://www.eumed.net/rev/atlante/2020/03/formacion-competencia-comunicativa.html
Mejía, A. & Romero, H. (2017). La relación médico paciente: el desarrollo para una nueva cultura médica. Revista Médica Electrónica, 39 (Supl. 1), 832-842. http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1684-18242017000700016&lng=es&tlng=es
Simpson, M., Buckman, R., Stewart, M., Maguire, P., Lipkin, M., Novack, D., Till, J. (1991). Comunicación médico-paciente: la declaración de consenso de Toronto. BMJ;303(6814):1385-7. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC1671610/